La civilización cristiana occidental está
condenada a desaparecer por su propia
estupidez. Por la ambición desmedida que
ha sido su motor y motivación.
Por el acento maligno que ha puesto en el
individualismo egoísta.
Todas las culturas indigenas de la tierra
coinciden en manifestarlo: nuestra forma de
vida es errónea.
Desperdiciar, dilapidar, depredar.
Nos hemos separado de la via natural.
Estamos matando al planeta, como un virus que la invade e infecta. Por ello es necesario este cambio que viene.
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