domingo, marzo 26, 2006

HOMENAJE A GIORDANO BRUNO


Informaciòn tomada de Wikipedia :



Giordano Bruno (Nola, cerca de Nápoles, 1548 - Roma, 17 de febrero de 1600).

Filósofo, matemático y astrónomo italiano, sus ideas anticiparon muchas de las tesis de la ciencia moderna. Nació con el nombre de Filippo Bruno', en Nola, Campania, hijo del soldado Giovanni Bruno. En 1565 tomó el nombre de Giordano al convertirse en hermano dominicano en el monasterio de San Domenico cerca de Nápoles. Fue ordenado sacerdote en 1572.
En 1576 es acusado de hereje y abandona la orden dominica. En 1579 recala en Ginebra donde se une al calvinismo pero por poco tiempo, al ser igualmente acusado. Vuelve a marchar y en 1581 se le encontrará en París en la corte de Enrique III de Francia. En 1583 se traslada a Inglaterra pero sus ideas copernicanas vuelven a chocar con los religiosos.
En 1592 conoce a Giovanni Mocenigo, noble veneciano que lo acoge en la ciudad intrigado por esas nuevas ideas que pregona. Asustado, lo denuncia a la Inquisición y, tras ocho años en prisión, el Papa Clemente VIII lo condena por contumaz a la hoguera, ejecución que se produce en Roma el 17 de febrero de 1600.
[editar]
Obra

La obra bruniana se encuentra teñida de un ligero averroísmo consistente en la defensa de la superioridad de la vida teórica frente a la vida práctica y la reivindicación del carácter profesional del filósofo. A juicio de Bruno existe una separación entre filosofía y religión y es equivocada la concepción tomista de la filosofía como ancilla fidei, es decir, como esclava de la religión.
Bruno defenderá, como harán a su modo todos los copernicanos, que la religión debe ser entendida como una ley destinada al gobierno de las masas incapaces de regirse por la razón y es por ello que los buenos teólogos no deben entrometerse en la vida de los filósofos, del mismo modo que los filósofos respetarán el trabajo de los teólogos en su tarea de gobierno de las masas populares. La función de la religión es, pues, meramente civil.
Respecto a sus tesis cosmológicas destacan la idea de la infinitud del universo entendida como expresión de la infinita potencia de Dios, así como la descripción de las estrellas celestes como soles rodeados de planetas parecidos a la tierra. El universo es para éste autor uniforme, con lo que se rompe con la distinción entre mundo sublunar y supralunar que había sido establecida por Aristóteles y que aun sobrevivía en la doctrina heliocentrista de Digges.
Muy influido por el neoplatonismo y por la admisión de la teoría copernicana, a la vez que acogiendo elementos del estoicismo, el monadismo y la mística- Bruno defendió la doctrina de la infinitud del universo, el cual es concebido no como un sistema de seres rígidos ordenados desde la eternidad, sino como un conjunto que se transforma continuamente, que pasa de lo inferior a lo superior y viceversa, por ser en el fondo todo una y la misma cosa, la vida infinita e inagotable. En esta vida quedan disueltas todas las diferencias, las cuales son propias sólo de lo superficial, de lo finito y limitado. La infinitud espacial y temporal del universo astronómico corresponde a la infinitud de Dios, que se halla a la vez en el mundo y fuera del mundo, que es causa inmanente del mundo y que está infinitamente por encima de él, cosa que ha de entenderse desde el punto de vista de la coincidencia de los opuestos de Nicolás de Cusa.
El Universo está penetrado de vida y es, él mismo, vida, esto es, organismo infinito en el cual se hallan los organismos de todos los mundos particulares, de los infinitos sistemas solares análogos al nuestro. Lo que rige esta infinitud es la misma ley, porque es la misma vida, el mismo espíritu y orden, y en última instancia el mismo Dios. Dios está presente en todas las cosas, con su infinito poder, sabiduría y amor, porque es todas las cosas, el máximo y el mínimo o, como dice Bruno, la mónada de las mónadas.
La concepción monadológica es el complemento de esta visión de un universo-vida infinito: las mónadas son los componentes de los organismos del mundo y no los átomos, que son disolución y muerte. La misión del hombre es el entusiasmo ante la contemplación de esta infinitud, la adoración del infinito, que es Dios, en la cual puede hallarse la unidad de las creencias religiosas más allá de todo dogma positivo. Tal es el “entusiasmo heroico” que Bruno defendía. De ahí su aspiración a una filosofía dinámica construida con los materiales clásicos, incluidos los aristotélicos. Esto se revelaba particularmente en la doctrina de la materia, sometida en el pensamiento de Giordano Bruno a una disolución que la lleva al ser pleno, del mismo modo que el ser pleno es dialécticamente transformado en materia y en nada. De ahí la afirmación de que “en nada se diferencian la absoluta potencia y el acto absoluto”; y de ahí también la tesis de que “en definitiva, bien que haya individuos innumerables, todo es uno, y conocer esta unidad es el objeto y término de toda filosofía y contemplación natural” (Del principio, de la causa y del uno)
Anima mundi: la totalidad del universo concebido como un organismo. La suposición de que todo está entrelazado representa la admisión de un alma del mundo siempre que, rechazándose el mecanicismo ciego, se admite que el todo tiene un sentido. Así, el cuerpo del mundo está envuelto por su alma, pero a la vez el alma del universo se halla en cada una de las cosas, no parcial y fragmentariamente, sino de un modo total y completo. En otros términos, el alma del mundo es aquella realidad que hace que todo microcosmos sea un macrocosmos.
El tema de si esta alma es a su vez un principio inmanente y causal es variado. Parece que es el caso de Bruno (De ahí la acusación de panteísmo)
Monadismo: los átomos para Bruno son orgánicos y vivientes, de modo que es opuesto a todo mecanicismo.
En “Sobre lo Inmenso” afirma que Dios no es ni personal ni creador, sino más bien la mens virgiliana que “agita la materia”, principio interno de vida, semilla eternamente productiva. Los “Furores heroicos”, plagados de símbolos y alegorías, parecen sin duda hacer del universo “una segunda unidad” en que se refleja la “primera”, a la manera como el sol ilumina la luna.
Bruno sostiene un nuevo atomismo y parece reducir todo cambio a movimientos locales, si bien parece conservar el hilemorfismo, sustituyendo la pluralidad de formas y de materias parcialmente determinadas, por el par inseparable de una única materia-base, de la que nacen todas las figuras distintas, y de una forma activa, finalmente identificada con el alma del mundo no engendrada y no engendrable (Sobre la causa). Lo cual es una adaptación estoico-platónica del vocabulario aristotélico. Bruno vacila en afirmar un movimiento infinito, que el Estagirita considera como imposible, y describe el universo como un todo inmóvil, pero que reúne una multitud infinita de mundos móviles, calificados a veces explícitamente de “finitos”. Acepta la idea de un entendimiento agente único, común a las almas singulares, paralelo, no obstante, a una especie de “sentido agente” pero que para él no excluye la variedad los entendimientos y de los sentidos “pacientes”, ni desde luego el escalonamiento clásico de las facultades presentado bajo formas diferentes: sentido, imaginación, razón, entendimiento y pensamiento o mens.
También es afecto a una aritmología simbólica imitada de Agripa, y afecto a la magia, sin duda “natural” pero en las que sobrevive la creencia en los demonios lanzadores de piedras. Al menos Bruno, si bien acepta a título secundario, especulaciones de tipo paracelsiano, cuando son prácticas útiles en la medicina, excluye como principios de verdadera explicación las elucubraciones alquimistas, y su cosmología elimina definitivamente la astrología antigua. Cita con frecuencia a los presocráticos (a los que conoce mal), como los átomos de Demócrito, el flujo de Heráclito, el “todo está en todo” de Anaxágoras, opone al aristotelismo esquemas neoplatónicos, toma de Epicuro y Lucrecio el gran tema de la pluralidad de los mundos, de Avicebrón y de David de Dinant expresiones que rehabilitan la materia y la presentan como uno de los tres fundamentos indivisibles: hylé, nous y Dios. Muchas de sus conciliaciones aproximativas se derivan de Nicolás de Cusa, que es una fuente esencial de Bruno. Como el Cusano, Bruno afirma que ningún movimiento es enteramente regular, ninguna figura absolutamente exacta, que dos individuos jamás son indiscernibles. Se burla de la timidez de Copérnico, a quien es preciso sobrepasar, juega con la imagen de unos seres lunares y de unos marcianos que se creerían ambos en el centro de un universo esférico, pero que en realidad no tiene forma.
No hay duda de que la más íntima certeza de Bruno es que la naturaleza misma, más que el espíritu que la mide, es la verdadera “potencia divina” y “el orden impreso en todas las cosas”. Esa certeza no excluye una cierta consideración platonizante de la materia como dispersión e incluso como “prisión”; pero el nolano, aunque el tema de la unidad es siempre central, percibe en la multiplicidad misma, tomada al nivel de todo, si no una finalidad propiamente dicha, o un eterno retorno, sí al menos una serie de compensaciones mediante las cuales los contrarios se equilibran, estando los astros mismos sin duda abocados a la muerte, pero sin una catástrofe cósmica, pues otros les sucederán entonces, si es verdad que a toda influencia corresponde una nueva confluencia. No se trata tanto de una multiplicidad de formas cuanto a una omnipresencia de la forma universal, inseparable de la “vida que vivifica todas las cosas”, del alma única que mueve tanto abejas y arañas como los cuerpos celestes. Algunos la denominan sentido, otros entendimiento o pensamiento, pero es sin duda un solo y mismo principio, diversificado en sus funciones. De manera ciertamente esotérica, los Furores lo comparan a un emperador que lucha contra el desorden que debilita su ejército, y en primer término contra las “potencias del alma inferior”, los grados más bajos de la emanación plotiniana, allí donde las tinieblas absorben la luz siempre difundida y atenúan el lazo universal del amor.
Otros textos subrayan más aún la “continuidad” entre el alma cósmica y sus participaciones singulares, pero describen a éstas como espejos “rotos”, donde ocurre que, por ser éstos demasiado pequeños o “en alguna manera deficientes”, no dejan discernir “casi nada” de la “Forma universal”. Esta casi contingencia no afecta más que a porciones separadas del conjunto, consideradas a la manera de lo explicado, de lo disperso y de lo distinto. Para Bruno, que rechaza la creación ex nihilo y la elección divina entre los posibles, el universo total es sin duda como el principio que lo mueve, todo lo que puede ser, pues contiene toda la materia y recibe todas las formas en su forma única. La muerte, las corrupciones, las monstruosidades no son ni acto ni potencia,. sino inexplicables accidentes por los que unas figuras incompatibles entran en colisión en la misma porción de materia.

No hay comentarios.:

 
Philosophy Blogs - Blog Top Sites